El domingo 1 de noviembre mi esposa y yo fuimos a Ensenada con un solo propósito: Comer en el restaurante Manzanilla, propiedad de Benito Molina y Solange Muris. El restaurante tiene más de 15 años de haber sido abierto y de llevar la tradición culinaria de Ensenada a un nivel más alto.
El letrero del estacionamiento. |
Decidimos ir al malecón de Ensenada y
aprovechar que había una muestra de productos locales en la plaza de las tres
cabezas (no recuerdo como se llama oficialmente). Allí Paola compro una nieve
de café y yo una de fresas con almendras. Nieves artesanales con un gran sabor
y consistencia. Seguimos caminando por el malecón y nos topamos con un
Starbucks. Ahí compres un shot de café, que a esa altura del día ya me hacia
mucha falta.
Aprovechamos la parada técnica y hablamos
para preguntar si abrirían el restaurante y, afortunadamente, nos contestaron
que sí, que a la 1:30 abrían. Aprovechamos para hacer una reservación a esa
hora y nos fuimos caminando al restaurante, pues no quedaba muy lejos y no sabía
si tendría problemas para encontrar estacionamiento (lo cual es un problema en
el centro de Ensenada).
A la entrada del restaurante hay un
asador/ahumador y a camino al edificio nos encontramos una pequeña cava, donde
me imagino venden vinos de la región, pues había una caja registradora sin
nadie a la vista que nos diera información. Hay unas mesas en la parte frontal
de la entrada de un edificio que parece haber sido una bodega de una pesquera y
que ha sido acondicionada para albergar Manzanilla. Entramos al edificio, nos
identificamos y nos asignaron a la mesa que nos tenían reservada.
Nos asignaron una mesa para dos, al final de
la hermosa barra de cantina que enmarca el salón principal del restaurante y
muy cerca de los baños, de los cuales estábamos separados por una barda. El
lugar es de un tamaño mediano, como para unos 100-150 comensales en dos salones
(al menos los que pude ver) y las mesas en la entrada. Esto lo hace un lugar
acogedor y muy romántico, ideal para ir con la pareja y pasar un momento
memorable.
El lugar es una mezcla entre lo urbano de
la bodega, con un techo sin cubrir y donde se aprecian las losas de concreto
que lo forman, y los detalles elegantes como los candiles que iluminan el lugar
y que muestran el toque femenino y de buen gusto.
Nos sentamos en nuestra mesa y nos dieron
el menú, una tabla con clip con una hojas impresas lo cual me imagino les
permite cambiar constantemente el menú. Es un menú sencillo con entradas,
platos fuertes, arroces, carnes y postres. Tiene la opción de menú de degustación
de 6 u 8 tiempos con o sin maridaje. La expectativa de los precios era que serían
elevados, sin embargo, al ver la carta nos parecieron accesibles, incluso
menores a los de algunos restaurantes de mucho menor calidad a los que hemos
ido en Hermosillo.
En lo que nos decidíamos que ordenar,
pedimos una entrada: un tiradito de pescado con jengibre, soya y serrano. El
mesero nos preguntó que queríamos de beber y le pregunte que vinos tenían, respondiéndome
que tenían una carta de vinos, la cual me traería en unos instantes. Esta carta
de vinos es bastante completa y con gran variedad, tanto de uvas, mezclas y
precios. Seleccionamos uno que se llama Amor, que es una mezcla de Zinfandel y
Tempranillo.
Justo antes de servirnos la entrada, el
mesero nos entregó unas tostaditas con ceviche, cortesía de la casa, las cuales
estaban deliciosas. Llego el Tiradito de pescado con jengibre, soya y serrano
junto con unos panecitos tostados para acompañar. En este momento le
comunicamos al mesero que queríamos el menú de degustación de 8 tiempos, sin
maridaje, ya que habíamos solicitado nuestro vino.
El primer tiempo fue un tiradito de
pescado con ostión y erizo. El sabor salado del ostión acompañaba y
complementaba el suave sabor del pescado mientras que la consistencia del erizo
funcionaba como una mantequilla exquisita.
Es sal marina, solo de adorno. |
El segundo tiempo fue una degustación de conchas, la cual consistía en una almeja y tres ostiones de tamaño mediano. Cada una de las conchas estaba preparada de manera diferente. El que más me gusto fue el ostión ahumado.
El tomate estaba firme y el perejil muy crocante. |
El tercer tiempo fue un abulón sellado con salsa de tomate, crema y epazote, acompañado con una fritura de perejil. Me sorprendió lo crocante del perejil frito y la consistencia del tomate de la salsa y crema.
Para el cuarto tiempo, nuestro mesero nos preguntó que platillo preferíamos: Codorniz o taco de lechón. Fue una decisión divida, pues Paola quería la codorniz y yo el lechón. Nuestro mesero nos dijo que le preguntaría al chef si nos podía traer la codorniz para Paola y el lechón para mí o si solamente se podría un solo platillo. Para nuestra sorpresa, regresó con el plato de codorniz y nos comentó que también nos servirían los tacos de lechón.
Así que el cuarto tiempo fue la codorniz frita y un huevo de codorniz pochado en un plato adornado como el tradicional juego del gato (#) hecho con tinta de calamar. Yo no soy muy entusiasta de aves ni de sus huevos con yema cruda, pero el sabor y la consistencia del huevo codorniz me encantó.
El 4.1 tiempo fueron los tacos de lechón y chicharrón del mismo lechón, acompañado con una salsa (muy) picante de chile habanero. El contraste entre la carne suave y condimentada y lo crocante del chicharrón, todo complementado con la salsa de habanero funciona perfectamente.
En su punto exacto y firme. |
El quinto tiempo fue un pescado con la piel crocante. Le preguntamos qué pescado era y nuestro mesero nos indicó el nombre del pez, del cual no puedo acordarme, pero si recuerdo que comento que era un pez de aguas profundas y era la pesca del día. La consistencia del pez y el punto de cocción nos parecieron perfectos, así como el sabor del mismo.
El sexto tiempo fue un corte de carne añeja término medio. Este plato fue un gran reto
para Manzanilla, pues viviendo en Hermosillo hemos tenido la oportunidad de
probar grandes cortes de carne (sin albur). Se lo hicimos saber a nuestro
mesero y su respuesta fue que la carne es de Rancho el 17, uno de los mejores
de Sonora y, por ende, de México. Fue una grata sorpresa, especialmente por lo
jugosa y suave que estuvo.
El séptimo tiempo fue una tablita de quesos con miel y ate de membrillo. Fueron cinco tipos de queso, de los cuales los más memorables fueron el añejo de seis meses y, el que se lleva las palmas, el añejo de tres meses.
Helado y cajeta de la casa. |
El octavo tiempo fue un helado, creo que de vainilla, con una espuma de café y cajeta. La espuma y la cajeta estuvieron deliciosas. El helado me quedo a deber, pues me gustó mucho más el helado de fresas y almendras.
En cada tiempo, nuestro mesero nos
explicaba que nos servían y como fueron preparados. Para el último tiempo, uno
de los chefs lo acompañó para explicar el platillo. Me faltaron muchos detalles, debido principalemente a mi
memoria de teflón que no grabo todos los comentarios y a que no los escribimos pues
estamos muy contentos disfrutando de nuestra comida. El servicio y la comida
estuvieron a la altura de nuestras expectativas.
A ver a que hora viene a pagar. |
En resumen, tuvimos dos horas y media de
excelente comida, un vino exquisito y un servicio excepcional. Las tres EX que
busco en un restaurante de calidad.
Saludos
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