El martes 8 de febrero asesinaron a tiros en Denver, Colorado, a uno de mis mejores amigos de la infancia, George López. Lo conocí cuando teníamos aproximadamente 8 años de edad y compartimos muchos momentos juntos. Juegos, travesuras, tarugadas, futbol y todas las cosas que los niños hacemos.
Éramos una “pandilla” muy bien portada, con él, los cuates (que son gemelos), Carlos, Moisés y yo como fundadores. Seis amigos que pasábamos las tardes en partidos de 3 contra 3 en futbol. La primer noche que dormimos en una casa ajena fue en la suya. La primer familia en dejar la colonia fue la de él, y hoy es el primero en adelantarse en el viaje.
Su familia se cambio de casa cuando teníamos unos 15 o 16 años y perdimos el contacto cotidiano, pero nuestros padres nos mantenían al tanto unos de otros. Casi no supe de él en los últimos 5 años y ni idea que vivía en Denver. Aun así, cuando mi mamá me llamó para decirme que lo habían matado mi mente me llevó a mis 12 años y llore su muerte.
No se como fue en su vida adulta, pero el George López que yo recuerdo era divertido, feliz, muy alegre y muy amigo. No se que hizo para que un hijo de su puta madre le disparara, pero si se que no merecía este final. También se que su familia y amigos lo tendremos siempre presente con esa sonrisa franca que a todos nos brindaba.
Hasta pronto George.
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